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Foto de un niño debajo de una sabana que mira hacia arriba donde se ve la figura de un mounstro

Niños y adolescentes frente al miedo

Acostumbrados ya al coronavirus y a escuchar a toda la población la expresión “tengo miedo”, parece que hemos minimizado, o hacemos menos caso, a los temores habituales a los que cada día nos enfrentábamos, sobre todo cuando gozamos de la presencia de niños en el hogar y las estrategias para superar los miedos están a la orden del día.

¿Cómo saber si estamos ante miedos “normales” o si se han vuelto excesivos? En ocasiones esa reticencia, o desconfianza, ese miedo cotidiano, puede parecernos desmedido ¿Estamos en lo cierto? 

Hoy les hablaré de los miedos que atraviesan a los niños y adolescentes por igual, tengan o no una discapacidad.

En ocasiones, vemos que los niños, no quieren quedarse solos, o no quieren quedarse a dormir en la casa de un amigo, o cuando se hace de noche, no quieren ir solos a la habitación. 

Hay miedos que son típicos de las etapas evolutivas del ser humano.

Los más pequeños sienten miedo separándose de sus padres, a la oscuridad, a los desconocidos. Un poco más grandes, es normal que tengan miedo a las tormentas, a los animales, y los adolescentes tienden a preocuparse demasiado por su desempeño escolar o deportivo, sienten miedo a no ser aceptados por sus pares, etc.

Los temores no son algo negativo, sino que forman parte de un mecanismo de defensa; siempre y cuando, no estén invadiendo la vida del niño y le impidan desarrollar sus actividades cotidianas como jugar con sus amigos, dormir solos o ir caminando a la escuela, asistir a un cumpleaños o hacer su deporte favorito.

Cuando estas preocupaciones se vuelven excesivas, y si en lugar de facilitar el rendimiento de las personas, les ocasiona problemas adicionales o interfiere con su desempeño, podemos considerar que estamos frente a un trastorno de ansiedad.

Generalmente podemos identificarlo con síntomas físicos como sudoraciones excesivas, hormigueo o entumecimiento, escalofríos, palpitaciones, y conductas variadas como dificultad para dormirse, de atención, sobresaltos frecuentes, irritabilidad, etc. 

Cuando llega la temporada de vacaciones, estos síntomas, pueden manifestarse con mayor intensidad. Al tener más tiempo libre, y estar menos cansados, tanto niños como adolescentes aumentan sus temores y preocupaciones. Especialmente a la hora de dormir.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

1) Antes que nada, es muy importante que los padres reconozcan esos miedos y puedan ayudarlos a enfrentarlos, nunca a evitarlos. Los niños que se acostumbran a evitar miedos, cada vez tienen más temores, y crecen con la creencia de que no pueden hacerlos frente.

2) Averigua por qué. 

3) Intenta que el niño se dé cuenta de que el miedo es irracional y que puede enfrentarlo.

4) Ayuda al niño a que poco a poco se exponga a la situación que le da miedo ofreciéndole ayuda.

5) Evita incentivos a su ansiedad (faltar al colegio, cambiar los hábitos de la familia, sobre protección, cambio de rutinas, etc.)

6) Utiliza técnicas de relajación cuando aparezcan los síntomas. Por ejemplo,  hacer  ejercicios de respiración.

7)  Y sobre todo, no debemos olvidar que podemos consultar a especialistas.

La realidad no se puede cambiar, sabemos que estos son tiempos adversos, por ello, hay que  evitar transmitir continuamente los temores de los adultos y la sobre exposición a las noticias. Aunque es importante tomar conciencia de la situación, de la actual y cualquiera que pueda venir, cualquier evento nuevo que nos afecta a todos, especialmente a los niños y adolescentes.

Adriana García Carini
Asesora de accesibilidad y Mamá x 4. 
Licenciada en Comunicación Social. Organizadora de eventos.
Voluntaria en Fundación Camino en la lucha para erradicar la desnutrición infantil.  
Rosario, Argentina
facebook.com/consultoradediscapacidad  //  @ CDDISCAPACIDAD

Foto de un niño debajo de una sabana que mira hacia arriba donde se ve la figura de un mounstro

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