Imagínate que tu familiar empieza a tener pequeñas pérdidas de orina. Al principio se justifica, se oculta, pero, poco a poco, deja de salir de casa, evita visitas y cambia su carácter. La incontinencia en personas mayores no es solo “hacer pis sin querer”: afecta a la autonomía, a la autoestima y a la vida social de la persona y de su entorno.
Buscamos ayudarte a entender qué está pasando, qué señales conviene vigilar y qué opciones existen para que tu familiar recupere la seguridad y el bienestar.
¿Qué es la incontinencia en personas mayores?
La incontinencia es la pérdida involuntaria y repetida de orina o heces que genera molestias físicas, emocionales o sociales. No se trata de un escape aislado, sino de una situación que se repite y condiciona la vida diaria: hay que cambiar ropa con frecuencia, reorganizar salidas o incluso limitar visitas.
Es importante que lo tengas claro: la incontinencia es frecuente con la edad, pero no es “normal” ni inevitable. En muchos casos se puede mejorar y, en otros, llegar a controlarse en buena parte si se estudia la causa y se aplica el tratamiento adecuado.
Además, suele aparecer junto a situaciones de dependencia, movilidad reducida o enfermedades crónicas. Por eso, abordarla a tiempo es clave para preservar la dignidad y la autonomía de la persona mayor.
Causas de la incontinencia en personas mayores
La incontinencia casi nunca responde a un solo motivo. Lo habitual es que se combinen cambios propios del envejecimiento, enfermedades, medicación y factores del entorno.
Cambios físicos asociados al envejecimiento
Con los años:
- Se debilita el suelo pélvico, sobre todo en mujeres tras embarazos, partos o cirugías.
- La vejiga pierde elasticidad y capacidad, apareciendo ganas repentinas de orinar.
- Disminuyen la fuerza y la movilidad, de modo que la persona tarda más en llegar al baño.
Enfermedades y medicamentos que pueden influir
Son frecuentes las pérdidas en personas con:
- Enfermedades neurológicas (ictus, Parkinson, demencias).
- Diabetes, problemas de próstata, infecciones de orina o estreñimiento crónico.
A esto se suman fármacos como diuréticos, sedantes o ciertos antihipertensivos y antidepresivos, que pueden empeorar el control de esfínteres. Por eso es tan importante revisar toda la medicación con el equipo sanitario.
Factores emocionales y ambientales
El entorno y el estado emocional también influyen:
- Miedo, vergüenza o ansiedad que aumentan la sensación de urgencia.
- Baños lejanos, mala iluminación nocturna o barreras arquitectónicas.
- Deterioro cognitivo o desorientación en personas mayores, que hace que la persona no recuerde dónde está el baño o cómo usarlo.
Síntomas y señales de alerta en una persona incontinente
Muchas veces la persona incontinente intenta ocultar lo que le pasa por pudor. Algunas pistas que pueden ponerte en alerta son:
- Pérdidas y cambios en la higiene. Ropa interior húmeda con frecuencia, necesidad de cambiar sábanas a menudo o un olor persistente en la habitación.
- Cambios en los hábitos de baño. Va al baño muchas más veces que antes, se levanta varias veces por la noche o suele llegar con prisas, sin poder aguantar.
- Irritación de la piel. Rojeces, picor o pequeñas heridas en la zona íntima, sobre todo en personas con movilidad limitada.
- Cambios emocionales y de conducta. Evita salir de casa, rechaza visitas, se muestra más triste o irritable. La incontinencia puede aumentar la sensación de dependencia y de pérdida de control sobre el propio cuerpo.
Si reconoces varias de estas señales, es un buen momento para hablar con calma, sin juzgar, y pedir una valoración al equipo sanitario de referencia.
Tratamientos para la incontinencia en personas mayores
Aunque a veces cueste creerlo, incluso en edades avanzadas suele haber margen de mejora. El tratamiento debe ser personalizado, pero casi siempre combina varias de estas medidas:
- Cambios de hábitos y medidas higiénico-dietéticas: ajustar la ingesta de líquidos (sin restringir en exceso), reducir café, alcohol y refrescos con cafeína, prevenir el estreñimiento y establecer horarios regulares para ir al baño.
- Ejercicios de suelo pélvico y entrenamiento vesical: los ejercicios tipo Kegel, guiados por profesionales, fortalecen la musculatura que ayuda a mantener la continencia. El entrenamiento vesical trabaja para espaciar las micciones y controlar mejor la urgencia.
- Revisión de medicación y tratamiento de enfermedades asociadas: a veces basta con ajustar dosis, cambiar un fármaco o tratar una infección de orina, un problema de próstata o una complicación neurológica para notar mejoría.
- Tratamiento farmacológico o quirúrgico en casos seleccionados: existen medicamentos que reducen las contracciones involuntarias de la vejiga y, en algunas situaciones, técnicas quirúrgicas o mínimamente invasivas que el especialista puede valorar.
- Productos de apoyo y cuidados diarios: absorbentes, empapadores, colectores y una buena higiene de la piel no “curan” la incontinencia, pero sí mejoran el confort y previenen complicaciones, especialmente en personas discapacitadas.
Fuentes:
- European Association of Urology. (2023). Guidelines on urinary incontinence in adults.
- Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. (s. f.). Incontinencia urinaria en personas mayores: evaluación y tratamiento.
- Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria. (s. f.). Manejo de la incontinencia urinaria en atención primaria.