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Foto de un cruce de calles con las palabras autonomía y dependencia en inglés

La situación actual de nuestra sociedad está llevando a un aumento de la esperanza de vida. Algo que es positivo, pero que hace necesario reformular las políticas de salud pública, esto es así porque nos encontramos una población que por edad envejece y, lo justo y necesario es que envejezca bien. Ya no se trata solo de cuidar a la persona mayor cuando enferma y tratar sus patologías (enfocándonos en la enfermedad), sino de hacerle partícipe de sus necesidades e inculcarle hábitos de vida saludables (enfocándonos en la salud).

Tal y como se establece en la revista Journal American Geriatry Society, 1992, 40(1):19-22, se puede clasificar a la población mayor en tres grupos: mayores jóvenes (personas entre 60 y 69 años), mayores de mediana edad (entre 70 y 79 años) y mayores muy mayores (más de 80 años).

Llegar a los 80 años y más allá, con un estado psicofísico bueno no es imposible, pero lamentablemente, nos encontramos con muchas personas que necesitan de apoyos para mantener cierto grado de autonomía y, en el peor de los casos, para procurarles las atenciones más básicas.

¿Cómo evitar la pérdida de autonomía en la tercera edad? Quizás es la pregunta del millón, casi como si se tratara de encontrar la fuente de la eterna juventud. Muchas son las claves para mantenerse bien a lo largo de los años, pero las resumimos en:
-    Alimentación sana y equilibrada.
-    Ejercicio físico adaptado a las necesidades de la persona.
-    Ejercitar la capacidad intelectual.
-    Mantenimiento de relaciones sociales y familiares.
-    Evitar riesgos y sustancias tóxicas.

Si nos fijamos, las recomendaciones no son muy distintas de las que se hacen a la población en cualquier grupo de edad, por lo que se trata de seguir manteniendo una actividad a todos los niveles, siempre adaptándonos a la edad y necesidades de cada persona.

El foco principal del envejecimiento activo es que las personas mayores mantengan su dinamismo físico, social e intelectual, algo que, de una manera secundaria, afecta también en su círculo más cercano.  

En las recomendaciones mundiales sobre la actividad física para la salud 2010 de la OMS, se citan algunos de los beneficios del envejecimiento activo como:
-    Mejora en las funciones cardiorespiratorias y musculares.
-    Prevención de enfermedades cardiovasculares.
-    Mejora en la salud ósea.
-    Mayor salud funcional, lo que se manifiesta en menor riesgo de caídas.
-    Mejor conservación de las funciones cognitivas.
-    Mejor calidad del sueño y control del estrés.

A pesar de todo lo anterior, muchos factores (ambientales, la genética, etc.), pueden hacer que aparezcan enfermedades que incluso sean incapacitantes para la persona. Si esto ocurre, no hay que dejar de lado el envejecimiento activo, para que, en la medida que sea posible, la persona mayor pueda mantenerse activa. Para ello puede precisar de la ayuda de una tercera persona que le apoye en ciertas actividades siempre que sea viable, con el fin de mantener la autonomía y la actividad, ya que contribuye a mejorar la calidad de vida no solo en el plano físico, sino también en el plano psicológico y social, empoderando a la persona mayor, mejorando su relación con su entorno social más próximo y mejorando su autoimagen.

Como vamos a vivir más, se trata de vivir mejor, de llenar la vida de años, y llenar los años de vida.

Laura Moreno Jaquete
Trabajadora Social ASPAYM Madrid
Colegiada Nº 25-7903