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Foto de un grupo de personas corriendo y entre ellos una persona en silla de ruedas

Cuando descubres que ser el mejor no te aporta bienestar

Oliver, un adulto de 43 años que tiene una discapacidad física, durante su infancia y adolescencia desarrolló su identidad sobre los siguientes valores: el sacrificio, la perseverancia, el razonamiento, la mejora continua o competitividad, etc. Todos estos valores están muy arraigados en él, porque en su juventud fue deportista de Alto Nivel, llegando a representar a España en varios Juegos Paralímpicos.

Además, creció recibiendo refuerzos positivos en sus entornos más frecuentados durante su infancia: el colegio y el centro de rehabilitación. Es más, recuerda que toda su niñez, adolescencia y hasta las primeras fases de la edad adulta, toda su red social tenía como elemento común la Discapacidad (Club Deportivo, competiciones, centro de día, colegio, y centro de rehabilitación).

Cuando Oliver empezó a ampliar su red social y a tener experiencias acordes a su edad y género y no a su condición de persona con discapacidad, todos estos valores se vieron afectados o alterados. 

Interactuar en entornos sociales cuyo punto común no era la discapacidad, le permitió experimentar un mal de amores y desempeñar funciones directivas en Entidades Sociales, que se rigen por principios democráticos, en definitiva, al madurar, pasó a desempeñar una vida como la de cualquier persona, experimentó lo que se define como Inclusión.

Estas dos experiencias, junto con otras en diferentes áreas alejadas de los entornos frecuentados en su infancia y juventud, le llevaron a cuestionarse los valores en los que asentaba toda su vida, porque descubrió un sinfín de contradicciones en los aprendizajes realizados hasta entonces.

Esta nueva situación le llevó a realizarse la siguiente pregunta: Independientemente de lo que piensen o quieran otras personas, ¿Qué necesitas para ser feliz?

Oliver se cuestionó sus valores, y la forma de vivir que conllevaban, porque tomó una serie de decisiones en su vida que desembocaron en entornos no rutinarios y contextos ambiguos donde había que gestionar la incertidumbre. Éstos demandaban habilidades para identificar problemas, e invitaban a crear nuevos marcos de acción con nuevas reglas.

Pero, ¿estaba Oliver preparado para afrontar estos nuevos retos? ¿Tenía herramientas para hacerles frente?

Definitivamente no, pues desde pequeño entreno y desarrolló competencias y habilidades para alcanzar la “normalidad terapéutica”, que es la tendencia de familiares, profesionales, entidades y administraciones públicas de prestar apoyo a las personas con discapacidad donde se prestan en entornos rutinarios y contextos bien definidos donde todo se ajusta a lo establecido de manera artificial. Sin embargo, la vida y los entornos inclusivos presentan escenarios totalmente diferentes, pues presenta contextos no rutinarios y ambiguos donde hay que gestionar la incertidumbre. Esto requería de Oliver una serie de habilidades de las que no disponía, porque nunca nadie le había propuesto entrenar y desarrollar habilidades para identificar problemas y generar soluciones para satisfacer las necesidades de todos.

Con el paso del tiempo, Oliver descubrió que la forma tradicional de dar apoyo a las personas con discapacidad en España satisface las necesidades básicas y de seguridad de los seres humanos, pero, al menos en su caso, no las de autorrealización…

La cuestión ahora es ¿Cómo encaminarnos hacia la autorrealización?

 

Luz Andrea Robles Wandurraga, Especialista en Coaching y PNL
Álvaro Galán Floría, Especialista en Psicología Coaching  
ILUCA. Calidad de vida para las personas con discapacidad y sus familias