El concepto de familia ha experimentado transformaciones significativas en las últimas décadas, reflejando los cambios sociales, económicos y culturales de una sociedad en constante evolución. El modelo nuclear tradicional, en el que convivían padres e hijos bajo un esquema rígido de roles de género, ha dado paso a una pluralidad de configuraciones familiares que responden a las nuevas dinámicas sociales. Hoy en día, términos como plasticidad familiar se emplean para destacar la capacidad de adaptación de las familias a un entorno cambiante, así como la creciente heterogeneidad en su composición y funcionamiento.
La disminución del modelo de familia extensa, caracterizado por la convivencia de varias generaciones en un mismo hogar, puede atribuirse en gran medida a la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral. Este fenómeno ha generado una externalización de los cuidados tradicionales, especialmente en relación con la infancia y las personas mayores, lo que ha impulsado el crecimiento de servicios de cuidado profesional y ayuda doméstica. Sin embargo, la literatura evidencia que, pese a estos cambios, las familias, y particularmente las mujeres, continúan siendo la primera instancia de cuidado en muchas situaciones, consolidando su protagonismo en la provisión de apoyos.