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Enfermedades alérgicas por pólenes

Según datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) las enfermedades alérgicas por pólenes afectan en nuestro país a más de ocho millones de personas, siete de los cuales son alérgicos a gramíneas seguidos en orden decreciente por alergia al olivo, arizónica, plátano de sombra, salsola y parietaria. En el centro peninsular, los pólenes más frecuentes son los de gramíneas, olivo y arizónica.

Existe una relación directa entre algunos factores climatológicos del otoño e invierno como es el caso de las lluvias, temperatura y humedad y los recuentos de pólenes de gramíneas durante la primavera. Gracias a la recopilación de los datos de las 62 estaciones aerobiológicas del Comité de Aerobiología de la SEAIC, junto con los factores climatológicos proporcionados por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y con la colaboración del Área de Estadística e Investigación Operativa de la Universidad de Castilla-La Mancha, se establece el nivel de intensidad de esta primavera para los pacientes alérgicos en las diferentes zonas geográficas.

Este año, debido a la falta de lluvias en el otoño y en el invierno, se prevé que esta primavera cuente con unos niveles de pólenes de gramíneas más bajos de lo habitual, lo que contribuirá a una disminución de los síntomas alérgicos en los pacientes.

El doctor Ángel Moral, presidente del Comité de Aerobiología de la SEAIC, subraya que “la primavera en el centro peninsular será variable oscilando entre los 1.000 granos/m3 de Teruel y Cuenca y los 4.000 granos/m3 de Toledo de pólenes de gramíneas”, y añade que “la primavera para los alérgicos a pólenes de gramíneas en Aragón, Castilla-León y Castilla- La Mancha será leve”, detalla el alergólogo.

“Por su parte, en Madrid y en Toledo la primavera para los alérgicos será moderada. Además, en Madrid capital el porcentaje de pacientes alérgicos al polen del plátano de sombra, que está empezando estos días, supera el 40 % de polínicos”, advierte el experto.

Cambio climático y contaminación

El cambio climático es una realidad incuestionable y uno de sus múltiples efectos es el aumento de las enfermedades alérgicas por pólenes debido a tres circunstancias: el aumento en la concentración, un mayor tiempo de exposición y, por último, una mayor agresividad de estos.

El aumento de la temperatura ocasionado por el cambio climático junto con los gases de efecto invernadero como el CO 2, actúan como fertilizante de las plantas contribuyendo al aumento en la producción de pólenes. “La subida de las temperaturas está adelantando el periodo de polinización y retrasando su finalización, incrementando así el ciclo de exposición a los pólenes”, explica el doctor Moral.

Además, los contaminantes químicos alteran la estructura del polen haciendo que este genere proteínas denominadas de stress como mecanismo de defensa y, como consecuencia, aumenta la agresividad de los pólenes. “Estas proteínas de estrés incrementan la agresividad del polen en las ciudades y en poblaciones que viven cerca de autopistas en comparación con los pólenes de zonas rurales sin contaminación. Por este motivo, en las ciudades se producen más casos de alergia a pesar de que la concentración de pólenes sea menor que en el campo. Los altos niveles de contaminación de las ciudades favorecen el fenómeno de inversión térmica que impide a los pólenes abandonar la atmósfera e incrementa el tiempo de exposición a ellos”, concluye el alergólogo.

La lluvia: ¿beneficiosa o perjudicial para los alérgicos a pólenes?

Este invierno ha sido el segundo más seco en España en los últimos 60 años (solo después del de 2012) y se registraron solo 98 litros. Además, fue precedido de un otoño también seco. “De hecho, la temperatura en la España peninsular de este invierno fue de 7,9 °C, 1,5°C superior a la media. Además, en los últimos siete años se han registrado tres de los cuatro inviernos más cálidos, además del de 1990”, indica el doctor Moral.

Se ha demostrado que existe una relación directa entre las concentraciones de pólenes durante la primavera con factores meteorológicos como la lluvia y la temperatura de los meses previos de otoño e invierno.

En este sentido, la falta de lluvias y las temperaturas elevadas en el invierno han favorecido la presencia de forma mantenida en la atmósfera de los pólenes de cupresáceas, como cipreses y arizónicas, con niveles muy elevados en muchas ciudades de España, como por ejemplo Madrid, Granada, Jaén, Córdoba, Talavera de la Reina, Toledo, etc.

Es importante recordar que la lluvia afecta a las concentraciones de pólenes de dos formas: una de ellas beneficiosa para los alérgicos y otra perjudicial. “A corto plazo la lluvia humedece los pólenes que hay flotando en la atmósfera, aumentando su peso y favoreciendo su depósito en el suelo impidiendo que puedan penetrar en las vías respiratorias, lo cual disminuye los síntomas de los pacientes alérgicos cuando esté lloviendo. No obstante, a largo plazo, las precipitaciones favorecen el crecimiento de todas las plantas, especialmente de las gramíneas, lo que contribuye a un mayor desarrollo y a un aumento en la producción de pólenes de gramíneas que, en el momento de floración se van a dispersar por la atmósfera, y como consecuencia, los alérgicos van a experimentar un aumento de sus síntomas”, subraya el alergólogo.

 

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