Diarreas, dolor abdominal, sobrepeso, fatiga crónica, erupciones en la piel, inflamación de las articulaciones, tos o picores son sólo algunas de las reacciones del cuerpo ante la intolerancia a algún alimento. Los problemas digestivos son cada día más comunes, multiplicándose cada año el número de personas que padece alguna alergia o intolerancia alimentaria. De hecho, en 1 de cada 4 hogares españoles algún miembro de la familia lo sufre y más aún los niños, según se extrae de las conclusiones del estudio “Consumidor sensitivo” realizado por Nielsen.
¿Por qué se originan estas alteraciones en el sistema digestivo? Se desconoce exactamente qué puede producirlas, pero sí que se ha analizado que algunos factores psicológicos, endocrinos y ambientales pueden influir de manera significativa. Además, algunos estudios señalan que el uso excesivo del Diclorofenol, compuesto químico usado en pesticidas aplicados en frutas y verduras para controlar plagas y la cloración del agua, podrían estar vinculados al aumento de las alergias alimentarias.
En concreto, entre un 30 y un 50 % de los españoles tienen intolerancia a la lactosa, según la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), mientras que cerca de 500.000 personas en nuestro país no toleran el gluten, aunque al menos un 75 % está todavía sin diagnosticar, según la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE).
Orizont, que apoya proyectos agroalimentarios desde la Sociedad de Desarrollo de Navarra (Sodena), ha elaborado un decálogo con diez pasos a seguir para tratar las intolerancias alimentarias:
1. Una alergia o intolerancia nos avisa de que sufrimos algún desequilibrio intestinal por lo que es imprescindible consultar a un médico especializado para buscar un diagnóstico seguro sobre el problema. Antes de seguir cualquier tratamiento, siempre debe saberse cuál es la opinión de un especialista para corregirlo o tratarlo como sea posible.
2. Poner en marcha una dieta personalizada en la que se elimine el componente causante de la alergia o intolerancia. La industria agroalimentaria está desarrollando a toda velocidad productos alternativos como leche o lácteos sin lactosa; pasta, panadería o bollería sin gluten e, incluso, mermeladas sin fructosa.
3. Revisar siempre las etiquetas. Es imprescindible comprobar uno a uno cada alimento que compramos para asegurarnos de que no contiene entre sus ingredientes ese alérgeno o sustancia intolerante. Muchas personas se sorprenden al encontrar determinados ingredientes en algunos productos, incluso en medicamentos.
4. Poner atención a la hora de cocinar en casa y lavar bien los alimentos, además de no mezclar los utensilios de cocina para evitar contaminaciones cruzadas.
5. Evitar, en la medida de lo posible, algunos medicamentos que destruyen la flora intestinal como antibióticos o antiinflamatorios. Si es necesario, se recomienda acompañarlos de protectores de estómago o probióticos.
6. Aunque son cantidades muy pequeñas, las trazas son sustancias desencadenantes del problema y es muy común encontrarlas en alimentos que, en principio, tolerados por el consumidor, sí pueden provocar los mismos síntomas al ingerirlos.
7. Controlar la dieta a través de revisiones con un endocrino que controle el peso y el índice de masa corporal, además de análisis de sangre periódicos para revisar algunas vitaminas que pueden disminuir al no ingerir o reducir el consumo de ciertos alimentos.
8. El grado de intolerancia se puede reducir al modificar la forma de comer esos alimentos. Por ejemplo, tomar fruta con piel o sin ella, el cocer los alimentos antes de cocinarlos pueden contribuir a mejorar el grado de tolerancia.
9. Aunque existen numerosas pruebas diagnósticas específicas como test cutáneos, prueba de hidrógeno en el aliento o análisis de sangre, entre otras. Sin embargo, el método más fiable es la recogida exhaustiva de información en un diario, donde se debe reflejar qué alimentos se ha comido, en qué cantidades y cuáles son los síntomas que han aparecido a continuación.
10. La comunicación es fundamental. Salir a comer fuera o cenar en casa de unos amigos puede convertirse en una actividad de riesgo para algunos intolerantes y alérgicos, así que siempre conviene hablarlo antes y comentar cuál es la situación.