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Las consecuencias de sufrir una disfunción tiroidea, aun siendo ésta subclínica, no deben ser banalizadas. El exceso o el déficit de hormona tiroidea se asocian a un incremento de la morbilidad, deterioro del perfil lipídico y un aumento del riesgo de enfermedad coronaria y de mortalidad cardiovascular.

A pesar de ello, no existe consenso sobre la conveniencia del cribado en la población general, aunque diferentes sociedades científicas y grupos de expertos aconsejan el cribado en grupos poblacionales específicos, como en mujeres gestantes, mujeres mayores de 35 años o en pacientes de edad avanzada.

De ahí la importancia de armonizar los criterios en los que es recomendable realizar el cribado de la enfermedad tiroidea y la forma más eficiente de llevarlo a cabo, señalan los coordinadores del Curso “Avances en el diagnóstico y seguimiento de la disfunción tiroidea”, que se celebró en el marco de las XIV Jornadas del Comité Científico de la Sociedad Española de Bioquímica Clínica y Patología Molecular (SEQC), los doctores Elías Álvarez y Pilar Mª Sánchez.

La incidencia de disfunción tiroidea afecta en mayor medida a las mujeres, en las que se estima una incidencia de 420 casos por 100.000/año frente a los 85 casos por 100.000/año en hombres.

Por tanto, dado que la enfermedad tiroidea aumenta también con la edad, quienes tienen  mayor probabilidad de sufrirla son las mujeres y, sobre todo, por encima de los 40 años. Asimismo, circunstancias como el embarazo, también aumentan la probabilidad de padecerla.

La disfunción tiroidea puede manifestarse en forma de numerosos signos y síntomas (depresión, infertilidad, hipercolesterolemia, etc.). “Si se pregunta a los pacientes sobre los síntomas que han padecido es de resaltar que la mayoría presentan cansancio, cambios de humor, depresión, falta de atención y alteraciones en su vida familiar y social; por tanto, es una patología que suele presentar una sintomatología poco definida”, señalan los coordinadores del curso.

Debido a la inespecificidad de los signos y síntomas que acompañan a la disfunción tiroidea el diagnóstico es, en la gran mayoría de los casos, dependiente de los resultados del análisis de sangre en el laboratorio.

En este sentido, el laboratorio clínico juega un papel clave en el diagnóstico de la enfermedad tiroidea. “Es vital que el especialista de esta rama de la medicina tenga una formación específica en esta patología, sobre el estado actual y el valor de las diferentes herramientas disponibles para el diagnóstico bioquímico. Esta formación específica es, si cabe, más necesaria para realizar el seguimiento correcto del carcinoma diferenciado de tiroides”, subraya la doctora Elías Álvarez.

Precisamente, mediante este curso, la Comisión de Hormonas de la SEQC tiene como objetivo proveer a los especialistas del laboratorio de medicina del conocimiento necesario para realizar esta tarea de forma adecuada.

“Considerando la alta prevalencia de esta patología, así como su importancia para los Sistemas de Salud Pública y el impacto en la sociedad de estas enfermedades, hemos de actualizar, conocer, difundir y mejorar nuestro conocimiento en este campo para poder realizar el diagnóstico y seguimiento de esta patología de la forma más eficiente”, añade la doctora Pilar Mª Sánchez.

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