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Kike Martín

“Todo está en tener ganas de ser y de seguir siendo"

Kike Martín

Es 29 de enero de 2001 y ante los ojos de Kike Martín se presenta una nueva vida. Acaba de despertar de un coma inducido de casi un mes y todavía no sabe por qué está en el hospital. La realidad es que conducía con su moto cuando un coche en dirección contraria lo arrolló.

Kike no recuerda nada de ese día, ni siquiera de la semana previa al accidente. Su mente ha borrado esas imágenes para protegerlo del trauma. Sin embargo, en su cabeza se mantienen cercanas las voces de sus padres, su hermano, su familia, sus amigos y de muchos otros seres queridos que durante todo el tiempo que permaneció en coma le animaron a sacar fuerzas.

Hoy, 17 años después, Kike recuerda todavía esa sensación angustiosa de estar atrapado dentro de su propio cuerpo sin poder comunicarse con el mundo exterior. “Era una sensación horrible intentar abrir la boca para decir: ‘Hola, estoy aquí’, y no poder. Durante ese tiempo escuchaba a mis padres, a mi hermano y a mis amigos poniéndome música, dándome ánimos. Hasta que un día escuché que iban a desconectar a un paciente y pensé que era yo. Ahí desperté del coma”, explica este joven que no supo lo que le había pasado hasta muchos meses después del accidente y de haber despertado del coma.

“La discapacidad es pensar que otro tiene discapacidad”

El accidente le dejó graves secuelas. “A mis padres les prohibieron contármelo por lo traumático que podía ser para mí. Me veía lleno de cicatrices, no sabía lo que me había pasado. Creía que me habían mandado al hospital a morir y no sabía por qué”, cuenta.

Kike se enfrentó a un largo proceso de rehabilitación durante el que tuvo que aprender de nuevo a hablar, a caminar y a desenvolverse en un mundo a oscuras, ya que también perdió la vista. “Ha habido muchísimas partes complicadas en mi recuperación, pero lo más complejo, si tengo que destacar una sola cosa, es el dejar de ver. Hacerse a una vida con la luz apagada es complicado y más cuando se ha tenido siempre esa bombillita latente”, afirma.

“El accidente me ha enseñado a ser más persona”

Son muchos los obstáculos que Kike ha tenido que ir superando tras el accidente. Admite que hay momentos en los que se tapa la cara con la almohada, chilla y le da por pensar por qué antes podía hacer cosas que ahora ya no puede. Ha tenido que volver a construirse a sí mismo, pero a pesar de los esfuerzos y las dificultades, ha conseguido reencontrarse con su persona.

“Me gustaría que mi vida en sí no fuera el ejemplo de nada ni de nadie, sino que fuera el ejemplo de que todos valemos y todos podemos, si queremos y tenemos ganas de vivir”, dice, al tiempo que reconoce que el accidente le obligó a madurar a una velocidad más rápida y a valorar lo que realmente merece la pena, además de enseñarle a “ser más persona”.

Todos sus esfuerzos no han sido en balde. En ese proceso, Kike optó por seguir formándose tanto personal como profesionalmente. Trabaja en Repsol con temas relacionados con el teletrabajo y el envío y la recepción de material para los teletrabajadores. También es community manager de la red social de su área dentro de la empresa.

“Todos valemos y todos podemos, si queremos y tenemos ganas de vivir”

A la hora de aceptar ese puesto de trabajo, Kike renunció a la pensión de discapacidad que le ofrecía el Gobierno. Su objetivo era demostrarle al mundo que valía para ello, pero sin ayuda. “Preferí seguir formándome y, por suerte, con el trabajo que me dieron en la compañía lo conseguí y, a día de hoy, lo sigo consiguiendo porque la formación es continua y diaria. Estoy logrando que la gente confíe más en mí y la compañía se está dando cuenta de que valgo”, cuenta orgulloso.

LA BARRERA DEL DESCONOCIMIENTO

Son muchas las barreras que Kike encuentra en su día a día, pero asegura que la principal de todas es la del desconocimiento. “La gente no quiere saber, no quiere conocer. No está interesada en saber por qué. Muchas veces voy por la calle y escucho a la gente cuchichear cosas que son del todo equivocadas. Alguna vez les he dicho: “Perdonad, ¿queréis que os cuente por qué estoy así?”, se lamenta.

Tras el accidente, él mismo tuvo que hacer ese ejercicio en relación a las personas con discapacidad, de quienes tenía una percepción completamente errónea. “Solía pensar: “Pobrecito, qué mala suerte”, pero ahora sé que las personas como yo, que tienen discapacidad, son igual de felices, si no más, que las personas que no tienen discapacidad”, afirma. Y es que para Kike “la discapacidad es creer que otro tiene discapacidad”.

Con esa actitud Kike ha ido alcanzando todos sus objetivos. En su opinión, “todo está en tener ganas de ser y de seguir siendo”. Luchador hasta decir basta, poco a poco ha ido aprendiendo “que las cosas pasan y que hay que saber afrontarlas tal y como vienen”. Gracias en parte también a la gran frase de su madre que le dijo poniéndose en su lugar: “Esto es un partido de fútbol. Yo lo juego, vosotros estáis de público animando, pero el que lo tiene que ganar soy yo. Y ahí estamos, marcando goles”.

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