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La soledad sobrevenida por las pérdidas familiares, afectivas, de relaciones y por la decadencia y limitaciones de la edad empieza a ser y representar una cierta alarma social. Bermejo (2005) define la soledad como “una condición de malestar emocional que surge cuando una persona se siente incomprendida o rechazada por otros o carece de compañía para las actividades deseadas, tanto físicas como intelectuales o para lograr intimidad emocional”.

La soledad sentida se señala por las personas mayores como una de las situaciones o problemas más importantes; convirtiéndola en un problema de gran relevancia que requiere atención pública. Habitualmente se habla de pobreza, exclusión, vulnerabilidad o precariedad, pero casi siempre los análisis se orientan a los aspectos materiales y económicos, sin considerar la pobreza y vulnerabilidad en el mundo de las relaciones, de los afectos, las emociones o la protección a las personas mayores.

 

 

Varios estudios han puesto de relieve que el problema de la soledad es una de las enfermedades más graves que padecen algunas personas mayores. Diferentes estudios destacan la fuerte relación existente entre soledad y salud, especialmente en la vejez. Señalan además que es más fuerte la relación entre soledad y salud que entre edad y soledad, puesto que la percepción que se tiene del estado de salud se ve más influenciada cuando existen sentimientos relacionados con la soledad. De esta manera, los que se sienten más solos son los que también se sienten más enfermos.

Las personas que viven solas tienen un mayor riesgo de experimentar aislamiento social y de privación económica. La viudedad es más elevada entre las mujeres, debida a la mayor mortalidad masculina, y por ello son las mujeres las que sufren la soledad, y como consecuencia comienzan los problemas de dependencia y de necesidad de ayuda.

Se hace necesario diferenciar entre soledad (insatisfacción con el número y la calidad de las relaciones sociales) y aislamiento social (falta de contacto social); dos factores que indican la ausencia de redes sociales fuertes. Si bien ambos se asocian con deterioro del estado de salud y de la calidad de vida, la soledad y el aislamiento social son características únicas y tal vez tengan distintos efectos en la salud. Las estimaciones de la prevalencia del aislamiento social entre las personas mayores que viven integradas en la comunidad van del 7% al 17%, dependiendo de las definiciones y los criterios de valoración utilizados; aproximadamente un 40% de las personas mayores dicen sentirse solas.

Los vínculos causales son difíciles de determinar, pero la soledad, el aislamiento social, los factores de riesgo conductuales y la mala salud, tejen una red interdependiente que puede tener un gran impacto en el riesgo de limitaciones funcionales, discapacidad y muerte de una persona mayor.

Las actuaciones e intervenciones para enfrentar los problemas de soledad y aislamiento social no pueden centrarse solo en un aspecto de la compleja red que conecta a determinadas características del problema sin considerar su papel e impacto en otras características. Dada la prevalencia de la soledad y el aislamiento social, puede que sea importante identificar a las personas en riesgo, como las que se han jubilado recientemente o han sufrido una pérdida.

Hablar en términos globales de la soledad de las personas mayores parece a menudo dirigir la mirada hacia mujeres de avanzada edad, que viven en pisos sin ningún trato ni relación con el entorno. Los datos de hogares unipersonales que nos ofrece el INE ponen de relieve el incremento constante del número de personas que se encuentran en estas situaciones. Incluso se nos ofrecen perfiles en relación al tema de la soledad: mujer, viuda, con limitaciones de movilidad, con dependencia o dificultades para realizar las actividades de la vida diaria… a las que a veces también se añaden conductas poco saludables o deterioros de tipo cognitivo. Con frecuencia es a ese prototipo de persona mayor al que se dirigen las alarmas y se ponen de manifiesto las desatenciones. Pero el rostro de la soledad de las personas mayores tiene otras caras. La soledad también es vivir aislado de emociones, reconocimientos, aceptaciones de otras personas. Conductas en la familia o de profesionales en las que se hace el vacío o en las que no se atienden adecuadamente a las personas en los centros residenciales o en las instituciones son otra cara de la soledad que hay que tener presente para poder intervenir.

La soledad en el seno familiar o en el entorno institucional y la soledad en el mundo rural o urbano, son dimensiones de un mismo problema y son realidades de contextos sobre los que los servicios socio-sanitarios han de intervenir Los servicios socio-sanitarios tienen frente al problema del envejecimiento, y una de sus secuelas como la soledad, un campo de trabajo para el que se requiere imaginación, nuevos diseños, nuevos servicios y enfoques de actuación.

Esta entrada es un extracto del artículo “La soledad en las personas mayores en España. Una realidad invisible”, publicado en el número 23 de la revista Actas de Coordinación Sociosanitaria. Puede acceder aquí al sumario y la descarga de la revista .

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