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Son muchos los proyectos y programas que se diseñan en materia sociosanitaria, ya sea a nivel estatal y autonómico o en el seno de diferentes entidades públicas y privadas. Sin embargo, la evaluación de dichos programas es un aspecto que no se encuentra plenamente desarrollado, con la dificultad que ello supone para conocer resultados, corregir medidas y orientar decisiones políticas. La realidad nos muestra que no existe una cultura de evaluación de programas y son escasos aquellos proyectos o políticas que son evaluados, y aquellos que cuentan con un diseño de evaluación definido previamente.

Siguiendo a Tyler (1950), la evaluación es la determinación del grado en que se consiguen los objetivos de un programa, estableciendo para ello las metas generales y los objetivos conductuales y comparando los resultados con las metas inicialmente establecidas.

A pesar de que no existe un único modelo de evaluar programas, la mejor manera de determinar si un programa es efectivo es realizar una evaluación de impacto, que permite contrastar lo que ha ocurrido con el programa con lo que habría ocurrido sin él, comparando para ello los resultados obtenidos en un grupo experimental, que participa en el programa que se evalúa, con los de un grupo control, que no participa. La evaluación de impacto permite atribuir la causalidad de los cambios producidos en la población objetivo a la intervención que se evalúa, determinando si el programa es realmente efectivo (Gertler, Martínez, Premand, Rawlings, y Vermeersch; 2007). Sin embargo, la realización de una evaluación de impacto requiere un alto coste de recursos y no todos los planes o programas justifican la realización de la misma. Los requisitos necesarios para desarrollar el diseño experimental o cuasi-experimental que implica una evaluación de impacto son imposibles de mantener en la evaluación de ciertas políticas públicas, dado que, al afectar a una gran población, no pueden someterse a control todas las variables relevantes ni controlar todos los factores externos (Rossi, Lipsey y Freeman, 2003; Angera, 1989).

En el ámbito sociosanitario, en los pocos casos donde se realiza una evaluación de programas, se realiza una evaluación de resultados, en la que se trata de determinar a través de indicadores si se han cumplido los objetivos establecidos. En muchos casos, estos indicadores se basan en si se han llevado a cabo las medidas o acciones propuestas en el programa. De este modo, si se ha producido, se considera que el programa ha tenido resultados positivos. Sin embargo, que una medida se haya implementado, no implica que haya obtenido el impacto deseado sobre la población. 

La evaluación de resultados debe responder a una serie de criterios que garanticen su validez, de manera que los resultados obtenidos de la misma sean fiables y permitan conocer la eficacia del programa implementado. La práctica tradicional de la evaluación de la ayuda al desarrollo, formalizada por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y el Comité de Ayuda al Desarrollo aborda los siguientes criterios en la evaluación de programas y políticas públicas (OCDE, 2010). 

  • Pertinencia: Adecuación de la intervención al contexto en que se realiza. 
  • Eficacia: grado en el que se alcanzan los objetivos.
  • Efectividad: efectos producidos por la intervención; el impacto de la misma. 
  • Eficiencia: optimización de recursos para obtener los efectos deseados.
  • Sostenibilidad: continuidad de los beneficios obtenidos una vez concluida la intervención.

Tal como se muestra en la figura siguiente, solo 7 de las 17 comunidades autónomas competentes han evaluado alguno de los programas en que abordan la atención sociosanitaria, constatándose así el escaso valor otorgado a la evaluación. No obstante, muchos planes o programas recientes incluyen un diseño para su evaluación, algo que no solía ocurrir en los planes anteriores, lo que constituye un indicador de que la evaluación de políticas está teniendo una importancia creciente. 

 

 

 

Para que se produzca un avance notable en políticas y estrategias sociosanitarias y se diseñen medidas y acciones eficaces para favorecer la atención integrada centrada en la persona, es imprescindible que se evalúe el impacto de las medidas que hasta el momento se han llevado a cabo en dicha materia. Esto permitiría constatar y medir los cambios producidos gracias a los programas implementados, de manera que puedan exportarse a otros territorios si han resultado positivos, o bien realizar modificaciones para su mejora.

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Esta entrada es un extracto del artículo “Panorámica de la atención sociosanitaria en España”, publicado en el número 22 de la revista Actas de Coordinación Sociosanitaria. Puede acceder aquí al sumario y la descarga de la revista.
 

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