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Foto de una profesora con varios niños que se rien en una clases

Parece que los profesionales de la educación nos hemos acostumbrado a la escalofriante manía de definir a las personas por un diagnóstico, a recibir seguridad en una palabra que aparece escrita sobre un papel. Tanto tiempo investigando, buscando, evaluando y de pronto lo tenemos. Hasta da seguridad. Bajo mi punto de vista debemos ser cautos ya que a veces, sin quererlo y sin ser conscientes, se usa como freno, justificación y puede llevarnos a la inacción, a la falta de confianza y de esperanza.

Cuando hablamos de personas con una discapacidad ya reconocida, nos puede pasar lo mismo. La falta de confianza puede hacernos creer que la persona no tiene criterio, no tiene capacidad de ejercer su voluntad y muchas veces, acabamos decidiendo por él, hablando por él y actuando por él, así, poco a poco su capacidad de iniciativa y su voluntad se adormece y su esperanza de ser alguien también desaparece...

Recordemos que delante de nosotros tenemos una persona única, con gusto, criterio, voluntad y capacidad. Una persona que se define por sus gustos y su personalidad. 

La Disciplina Positiva* llegó a mi vida de profe, de madre y de ser humano, para darme un soplo de aire fresco y a veces un buen tortazo para despertar y despojarme de costumbres y formas de entender al ser humano tantas veces inhumana. Llegó para mandarme cuatro mensajes fundamentales que funcionan para mí a nivel personal y familiar, ya que tengo dos hijos, y a nivel profesional porque trabajo con personas con discapacidad desde hace 18 años. Hoy los comparto contigo:

1 - "Conecta", mírale a los ojos y trata de descubrir hasta su alma, conócelo, descubre su esencia, su identidad, su necesidad, sus deseos y motivaciones. Dejarnos llevar por la conexión profunda con la persona que tenemos delante nos permite observar lo que le gusta, lo que no, lo que le interesa, lo que le sobreexcita, lo que le da paz y calma, lo que le estimula...

2 - "Escucha", no hables, céntrate en él, en lo que tiene que comunicar y dale el medio para hacerlo. Necesitamos aprender a hablar menos, a dejar de mirar el reloj, a llenar nuestras clases o casas de calma y vaciarlas de prisa y urgencia, sólo así nuestra actitud de escucha, se vuelve paciente y llena de confianza. Esa calma le dará la seguridad de que puede hacerlo, de que no será interrumpido, de que hay una persona delante que le escucha y quiere escuchar. Hazle una pregunta y sólo espera, en silencio, manteniendo la conexión. Repítelo varias veces, a lo largo de los días, notarás que vuestra comunicación cambia, la complicidad, la actitud, la receptividad...

3 - "Responde a sus necesidades"
Esta conexión y esta escucha activa nos permiten establecer una comunicación contingente, que es aquella que observa, comprende y después responde en función de la necesidad del que tengo en frente. Consiste en comunicarse no en función de la propia necesidad, como pasa muchas veces, sino en función de su necesidad y entonces estaremos más cerca de poder darle una respuesta.

Hay ocasiones en que las necesidades no son cubiertas y esto provoca agitación. En ocasiones pensamos que esta agitación es inherente a su discapacidad y no siempre somos capaces de ir a la raíz del problema. En muchos casos desemboca en un estado de "angustia emocional", en el que se encuentran muchos de nuestros niños o adultos y que tantas veces frustran a padres, terapeutas y profesores, que desesperados por ayudarles, no somos capaces de hacerlo en la dirección correcta. Así que necesitamos como prioridad escuchar y detectar necesidades que muchas veces van en la línea de la pertenencia y de la comunicación.
Cuando conseguimos llegar al otro, comprender su necesidad y dejarle tiempo y espacio para decir lo que necesita y responder, le estamos mandando el mensaje de "eres alguien valioso", "me importas". "no estás sólo" y cuando uno se siente importante para otro, no se siente invisible, siente pertenencia y seguridad, puede poner todas sus capacidades al servicio del aprendizaje y el desarrollo.

4 -"Dale confianza y entrena habilidades" para que tenga capacitación y pueda contribuir. Cuando la persona que tenemos delante siente conexión, siente pertenencia y seguridad, está preparado para entrenar habilidades que le permitan contribuir. A veces la sociedad no espera que una persona con discapacidad pueda contribuir y la realidad es que debemos entrenarlos para ello, es una necesidad suya propia y de la sociedad.

Y para poder dar confianza, necesitamos cambiar nuestra visión del error. En Disciplina Positiva, el error es una verdadera oportunidad de aprendizaje. Hay una expresión que usamos mucho "Atrévete a tener el coraje de ser imperfecto", es una expresión muy poderosa. En toda nuestra vida, hemos aprendido a ver el error como piedra, como lastre, como vergüenza, culpa y esto, lo único que hace, es que prosigamos nuestro camino con menos confianza y menos capacidad. 
Cuando entiendes que si hay error puede haber aprendizaje y te enfrentas a él enfocándote en una solución, entonces, puedes con todo.

Necesitamos buscar la forma de conectar a diario, buscar tiempo y calma para una escucha activa, momentos para mirar a los ojos a nuestros chicos y empezar de cero cada día, con una comunicación que parta de sus necesidades y que pueda responder a ellas.

Y, después de asegurar su pertenencia, que se sientan vistos, escuchados y hacer del día a día un auténtico campo de entrenamiento de habilidades de vida, donde la confianza y nuestra visión del error sean nuestra energía, estaremos preparados para acompañar a las personas con discapacidad en su camino, para ver y comprobar con nuestros propios ojos, que cada día son un poco más capaces que el anterior y que pueden aportar y contribuir como miembros de esta sociedad.

Todo desde nuestra más profunda confianza, esa que capacita, ni rescata, ni crea dependencia.


Mercedes de Santaló Ossorio
Especialista en Pedagogía Terapéutica
Educadora de Disciplina Positiva
SuperCamuchita


*Es la filosofía de los psiquiatras Alfred Adler y Rudolf Dreikurs que ha sido desarrollada por las psicólogas Jane Nelsen y Lymn Lott. Consiste en una educación que trata de buscar el equilibrio casi perfecto entre la amabilidad y la firmeza. Aporta a los niños herramientas para desarrollar habilidades de autoconocimiento, autocontrol, cooperación, responsabilidad y resolución de problemas que les ayude a relacionarse de forma respetuosa y responsable y a crecer como personas. Ayuda a los adultos a comprender la conducta de los niños promoviendo estrategias positivas para interactuar, conectar y conseguir cooperación. Es una filosofía de vida que entiende el respeto como base de las relaciones humanas y trata de llevarlo de forma práctica y real a la familia, ámbito escolar, equipos de trabajo y a la vida, en general.

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