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Tradicionalmente, la atención a las personas con problemas de salud mental, ha estado influida por el estigma social. El estigma, ocurre cuando existen elementos de etiquetado, estereotipos, separación, pérdida de status y discriminación, buscando en todo momento que existan diferencias entre las personas que son etiquetadas y la demás. El resultado ante su situación de estigma social, estas personas se han encontrado siempre en un círculo vicioso de difícil salida.

A ojos de la sociedad, la “locura” ha ido siempre unida a la reclusión en instituciones asilares con el fin de proteger a las personas con problemas de salud mental. Como consecuencia de dicha reclusión, se produjo durante mucho tiempo el aislamiento de ese sector de la población en las corrientes habituales de la atención sanitaria y social. Este aislamiento, fue debido a que se entendió que todas las necesidades de la población asilada debían ser atendidas dentro de los muros de la institución. Es por esto, que los planteamientos alternativos a la reclusión manicomial, tuvieron siempre claro que la atención integral a las personas debería ser el núcleo de cualquier nuevo sistema de atención.

Existen muchas definiciones de la atención comunitaria en salud mental y bastantes sistemas concretos que han intentado hacerla operativa. Pero en todos los casos, pese a sus matices diferenciales, siempre tienen en cuenta principios confluyentes con los centrales de la atención integrada, en sí misma. La atención comunitaria en salud mental debe ser vista, al igual que la atención integrada: como un auténtico paradigma tecnológico caracterizado básicamente por dos cosas: una nueva consideración de las personas que padecen Trastornos Mentales Graves y una nueva manera de organizar servicios para la atención de sus múltiples necesidades. Con respecto a la nueva consideración, utilizamos a menudo una imagen, para caracterizar la evolución de la consideración social de estas personas.

Esta imagen, lleva desde el término “locura” al de “enfermedad” y de este al de “ciudadanía”. Planteamos así que las personas con este tipo de trastornos no deben ser vistas como locos o locas que habría que encerrar, pero tampoco como enfermos o enfermas susceptibles de atención sanitaria; sino que, yendo bastante más allá, tenemos que considerarlas como ciudadanos y ciudadanas, sujetos de derechos y obligaciones y con dificultades múltiples para ejercerlos. Dificultades que derivan de tener enfermedades con síntomas clínicos definidos, pero también limitaciones funcionales diversas que se han de englobar bajo el término discapacidad y todo ello bajo el efecto de barreras sociales muy importantes, claramente ligadas al estigma y a la discriminación. 

Para hacer frente a esas dificultades que entorpecen el camino hacia la inclusión social y la ciudadanía, más allá de las limitaciones propias de la enfermedad y la discapacidad condicionada por ella, hacen falta servicios e intervenciones, centradas en las personas concretas y con los rasgos que presenta de manera resumida en la siguiente tabla, como características básicas de lo que solemos entender por Atención Comunitaria.

 

Fuente: López, M. (2015).

Desde un modelo comunitario, la atención a estas personas exige poner en juego una gran diversidad de estructuras, equipos profesionales e intervenciones, que tratan de cubrir el conjunto de necesidades y dificultades que tienen estas personas para su inclusión social y ciudadanía real. Dichas necesidades, las podemos resumir en atención sanitaria (atención a la salud general, cuidados prolongados para prevenir y tratar recaídas y evitar deterioros, entrenamiento en el manejo de la enfermedad y sus consecuencias, entrenamiento en habilidades personales y sociales), provisión de recursos de apoyo social (apoyo en la organización de la vida cotidiana, actividad ocupacional y de ocio, educación básica y compensatoria, apoyo a la consecución y/o mantenimiento del empleo, impulso a las relaciones sociales), protección y control judicial en ámbitos civil y penal, apoyos en el entorno inmediato y la eliminación de dificultades debidas al estigma social.


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Esta entrada es un extracto del artículo “Atención comunitaria en salud mental y atención integrada”, publicado en el número 13 de la revista Actas de Coordinación Sociosanitaria. Puede acceder aquí al sumario y la descarga de la revista.

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